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Subject: Cuba-U.M.A.P.
Date: Wednesday, January 23, 2002 09:41 PM
Para los que ahora se quejan del trato a los
talibanes en la base naval de Guantánamo, parece que
se olvidaron o nunca conocieron los inhumanos Campos
de Concentración de la UMPAP en Cuba. Allí nunca se
conoció un gesto humano o una palabra de aliento, al contrario eran
tratados como modernos esclavos, con atroces castigos que los obligban
a auto mutilarse. Aislados del mundo y de sus familiares, pero ni la
Cruz Roja ni ningún país hizo nada.
Cuba - U.M.A.P.: otra manipulación sucia del tirano
Reportaje Exclusivo de Pedro Díaz Hernández en el
Libre que dirige Demeterio Pérez, Jr.
Los campos de concentración de la U.M.A.P. (Unidad
Militar de Ayuda a la Producción) fueron creados por
el propio dictador Fidel Castro para reprimir y
castigar a los jóvenes que se opusieran a su
ideología marxista. Algunos testigos de esa triste
historia, recuerdan su vida entre alambradas.
Francisco García Martínez, nació en Jovellanos,
Matanzas. Para mí esos campos de concentración de la
UMAP fueron de tan amplia magnitud de terror que
nunca nadie que haya estado allí los podrá olvidar.
Allí no existía ningún tipo de derecho humano. Todo
lo que una mente humana puede imaginarse de terror y
crimen, ahí prevalecía.
Caí preso el 7 de diciembre de 1961, en Seguridad
del Estado de Matanzas. Fui trasladado a San
Severino. Me hicieron una acusación de sabotaje, me
pedían una sentencia de treinta años con tan sólo
catorce años de edad que tenía. En el juicio no
pudieron demostrar que yo había dado fósforo vivo a
los cañaverales. En junio me citaron al cuartel de Jovellanos. Cuando
llegué allí vi a un grupo de casi doscientos jóvenes que los habían
metido en los establos (caballerizas) de caballos, llenos de
estiércol.
De ahí nos llevaron en rastras al estadium de
Camagüey, mientras otros fueron para Ciego de Avila.
Al día siguiente vino el comandante Casillas quien
nos dijo que habíamos llegado a la UMAP de donde
solamente saldríamos vivos siempre que cumpliéramos
las órdenes impartidas por los oficiales.
Mis manos y piernas están llenas de heridas, muchas
hechas por mí para tratar de salir de aquel
infierno. Nos tenían en lugares remotos de Camagüey,
donde los mosquitos mataban a los caballos y también
a las personas. Allí vi amarrar a los hombres
desnudos a una cerca de alambre de púas. Todavía
tengo en mi memoria presente los gritos de aquellos
hombres torturados, quienes permanecían noches y
días enteros amarrados sin recibir ni comida, ni
agua.
A mi me obligaron abrir hoyos en la tierra de mi
altura, que cubrir completamente mi cuerpo. Después
me ordenaban taparlo y a abrir otro. A otros les
mandaban a abrir hoyos y los llenaban de agua y los
mantenían cuatro días con la cabeza afuera
solamente. Vi compañeros míos arrastrarlos amarrados
a un caballo por las guardarayas. Creo que en
tortura vi todo lo que se puede ver en este mundo.
Salí hacia el exilio en tres gomas de tractor
infladas hasta la mitad. Estuvimos cinco días en el
Océano Atlántico. Nos recogieron 29 millas de Cayo
Hueso, en 1972.
Actualmente reparo prendas y me dedico al oficio de
joyería y relojería en Miami. Al mismo tiempo vendo
pinturas y hago marcos para mis cuadros. Y tengo mi
propio negocio.
Emilio Izquierdo Jr, de Bahía Honda: Al cumplir los
18 años de edad fui internado en los campos de
concentración de la UMAP. La razón que pusieron en
mi causa fue: católico activo. También por ser hijo
de un preso político por delitos contra los poderes
del Estado. Mi padre había ayudado económicamente a
los alzados contra Fidel. Tenía que ir a una
alambrada porque era hijo de mi padre, practicaba la
religión activamente en la parrroquia de Bahía
Honda. También me acusaron de reunirme con masones.
En junio de 1966 me llevaron a los campos de
concentración de la UMAP en Camagüey. En el
entronque de Cunagua nos recibieron con
ametralladoras y un despliegue policial increíble
como criminales convictos. Nos concentraron en el
estadium de Morón. Había hasta ametralladoras
antiaéreas y no venían aviones sino indefensos
jóvenes. A la población del lugar le dijeron que
para esos campamentos venía lo peor de la sociedad.
Eramos criminales convictos sin juicio y sin delito
alguno.
Los alambres de púas eran hacia adentro para que no pudiéramos
escaparnos. Estuve allí dos años preso. En Cuba siempre los crímenes
se heredan. Uno es el hijo de... y como mi abuelo había pertenecido a
la Guardia Rural eso influyó y decían los comunistas
que yo era nieto de un esbirro.
Pero el problema fundamental es que los jóvenes que
fueron llevados a la fuerza a la UMAP no accedían
dejarse adoctrinar, se mantenían en organizaciones fraternales.
Incluyendo a la religión yoruba, afrocubana. El primer fusilamiento
fue a Alberto de la Rosa, que le decían Eleguá.
La Asociación de Ex-Confinados Políticos de la UMAP
la creamos en septiembre de 1995, para denunciar
estos crímenes ante el mundo.
En la actualidad Emilio Izquierdo es chofer de
limosina, atendiendo a altas personalidades
artísticas de distintos países del mundo, que
visitan Miami.
Cecilio Lorenzo nació en Cabaiguan, como él mismo
dice en un humilde bohío de yaguas y piso de tierra
en el centro de una colonia de caña.
"Entre al campo de concentración de la UMAP a los
diecisiete años de edad, y salí casi a los
veintiuno. A nosotros nos fabricaban expedientes que
decían falsedades: a uno le ponían homosexual,
adictos a las drogas, vago habitual, alcohólico,
lacra social, pero no importaba lo que la persona
fuera o dejara de ser. En mi caso dirigente de
religiones fraternales. Los expedientes eran una monstruosidad. Sin
embargo, los delincuentes que se plegaron al régimen no fueron para la
UMAP. A mí me acusaron de vago habitual y de tener un taller de
joyería desde los catorce años.
Los campamentos estaban formados por 120 reclusos.
Unos 25 cuadros de mando y guarnición. El régimen de
trabajo forzado empezaba de cuatro y media a cinco
de la mañana y terminaba al oscurecer. Después de
una clase política obligatoria y a las 9 de la noche silencio.
Cuando alguien se fugaba levantaban a todos por la
madrugada y nos disciplinaba castigándonos
marchando, corriendo, entre un campo rodeado de
alambradas. Recibíamos castigos corporales y
físicos, además de castigos psicológicos hasta
juicios sumarísimos que podía llevar la pena de
muerte.
En nuestros campamentos se firmaba y ejecutaba las
penas de muerte, sin tener que ir a otro mando
militar.
A los Testigos de Jehová los condenaron a todos a
cuatro años de privación de libertad por negarse a
cumplir la disciplina militar.
Vi enlazar a mis compañeros y arrastrarlos con un
caballo de kilómetro de distancia y llegar tinto en
sangre.
Al Testigo de Jehová Luis Fortún le dieron golpes en
el piso hasta desprenderle el pómulo.
Nosotros nos mutilábamos y cortábamos los tendones
para poder ir a algún hospital, porque nos tenían incomunicados. Desde
allí tratábamos de comunicarnos con la familia. No teníamos contacto
con el mundo exterior.
Vine en 1980 cuando el Mariel. Tuve que dejar a mi
mujer y a mi hijo. Actualmente soy el dueño de una
joyería en Hialeah, donde trabaja toda mi familia.
Reportaje Exclusivo de Pedro Díaz Hernández