VIRGEN DE LA CARIDAD.  

Décimas del Cucalambé (Juan Cristóbal Nápoles Fajardo, 1829-1862?)


 

 


 

 

   Cuando yo, inocente niño,

   En el regazo materno

   Era objeto del más tierno

   Y solícito cariño;

   Cuando una mano de armiño

   Me acarició en esa edad,

   Mi madre con ansiedad,

   Más grata y más fervorosa,

   Me habló de la milagrosa

   Virgen de la Caridad.

   Trátabame sin cesar

   De esa imagen bendecida

   Por milagro aparecida

   Sobre las olas del mar,

   Y oyendo yo relatar

   De su aparición la historia,

   La conservé en la memoria

   Desde la ocasión aquella

   Y soñaba ver en Ella

   Un astro de eterna gloria.

   Pasó mi niñez florida,

   Llegué a ser adolescente

   Sin borrarse de mi mente

   Esa imagen bendecida;

   Y en esa edad de mi vida

   Para mi mayor ventura,

   Supe que esa imagen pura,

   Santa emanación del cielo,

   Era el amparo y consuelo

   De toda infeliz criatura.

   Supe que clemente y pía,

   Consoladora del pobre,

   Allí en la sierra del Cobre

   Su santo templo tenía.

   Supe que allí residía

   Desde su primera edad

   La imagen que a voluntad

   De un Dios supremo, infinito

   Trajo a sus plantas escrito

   El nombre de Caridad

 

 


 

 

        Trájome oculto destino

        Muy cerca de esa señora

        A quien acata y adora

        Todo infeliz peregrino.

        Por ver su aspecto divino

        Sentí el más grato interés.

        Quise cantarla después

        De cumplida mi ansiedad.

        Y con profunda humildad

        Me fui a postrar a sus pies.

        En una elevada loma

        Cuya pintoresca cumbre

        Se ve brillar a la lumbre

        Del astro rey cuando asoma,

        Como una blanca paloma

        Que vuela en la inmensidad,

        Se eleva con humildad

        Y una sencillez bendita

        El santo templo que habita

        La Virgen de Caridad


 

 

    Allí, cual divino bulto

    Que a  nuestros ojos encanta

    Reside la sacrosanta

    Bella imagen de mi culto.

    Allí, lejos del tumulto

    Que forma la población

    Oye esa imagen el son

    De mil cánticos cristianos

    Y es de todos los cubanos

    Objeto de adoración.

    La divina protectora

    Del infeliz desvalido

    Cual la tórtola en su nido

    En ese santuario mora.

    El que a sus plantas implora

    Lo que alcanza en la desgracia,

    Su gratitud no se sacia

    Si su voluntad pregona

    Y alegres himnos la entona

    Con dulcísima eficacia.

    Nuncio de paz y ventura,

    Dulce esperanza del triste,

    En ese santuario existe

    Siempre bella, siempre pura.

    Brillante sol que fulgura

    Tras la negra tempestad,

    Y a quien por su gran bondad

    Los cubanos respetamos

    En tanto que la llamamos

    Virgen de la Caridad.

    Allí está. –Quiso mi estrella

    Feliz cual nunca lo fue

    Llevarme allá do se ve

    Con sus mil encantos, Ella.

    Tan adorable y tan bella

    Lució para mí esa vez,

    Que orando con sencillez

    Mis labios la bendijeron

    Y en mi mente renacieron

    Los sueños de mi niñez