¿Gradualismo o Paso de Carga?

Por: Alberto Luzárraga

 

 

Está de moda hablar de ‘transición’. Es mal uso de una buena palabra para una situación muy difícil. Para que existan transiciones es preciso calma y una base desde la cual se pueda construir. La había en la España post Franco, la había en Chile post Pinochet. Ambos países tenían economías prósperas e instituciones operantes. En Cuba la única institución es el desastre bípedo llamado Castro.

La economía es un catálogo de errores y derroches, plagada de corrupción e ineficiencia. Después de 50 años, vivir de las remesas y la caridad chavista es vergonzoso y la medida exacta del problema.

La única cosa que hay que admirar de la gestión castrista en el poder fue la velocidad que empleó para hacerse dueño de todo en tiempo record. Para fines del 60 había nacionalizado y confiscado el grueso de lo confiscable.

Luego está claro: Hay que avanzar a paso de carga porque paciencia va a existir poca y tranquilidad menos aún. Una vez probada una medida de libertad se desbordarán las peticiones justas y reprimidas de sueldos, servicios, viviendas y una vida normal. La nomenclatura castrista quisiera ir a una transición y ponerle una tapa a las exigencias con pequeñas dosis de mejoría ‘raulista’ que como nos dicen es ‘práctico. Detengámonos aquí. Después de 50 años de desastres como número dos, ¿es acaso un ejemplo de alguna cosa?

La transición no aguanta la presión popular. ¿Confiar el futuro a un equipo incompetente que pretende enriquecerse más y consolidar su posición privilegiada?

Hay que ir a fondo y a paso de carga no sólo porque es justo sino porque es práctico.

Consecuencias de esta conclusión: Hay que saber de lo que se habla. Basta de ‘descargas’ retóricas y de generalidades. Si no se sabe porque no hay datos confiables, preciso es ir a buscarlos sin demora. Evaluarlos por un equipo de primera versado en cada una de las disciplinas requeridas es el segundo paso. Formar el equipo es el tercero. Las personas capacitadas que sin duda existen en Cuba auxiliadas por profesionales exiliados expertos en dichas ramas sería una combinación excelente. Se aunaría así el conocimiento de la realidad cubana con la experiencia práctica de los últimos adelantos técnicos.

Para ello hay que apelar al patriotismo de ambos grupos de cubanos y dejarnos de distinciones odiosas y de crear grupos con diferentes ‘derechos’. La situación es demasiado complicada para perder el tiempo. Esos asuntos son para los politiqueros a los cuales hay que pedirles que nos hagan el favor de declarar una tregua a sus politiquerías so pena de expulsión de la palestra pública a tomatazo verbal puro y cristalino.

El exiliado que se lance a cooperar deberá hacer un sacrificio verdadero y así lo debe de ver. No ir a Cuba a mandar sino a servir. Y el que lo reciba lo debe de hacer sin sospechas y sin resentimiento ni envidia.

Esta es la realidad que impone el sentido común. Hay que ir rápido aunando voluntades y recogiendo adhesiones de gente competente y patriótica. ¿Difícil, complicado y riesgoso ir a paso de carga? Pues sí que lo es, pero no imposible y más riesgoso es no hacer nada a fondo y dejar que Cuba degenere en un país de drogas, maracas, y turismo baratón.

El momento llegará en que no haya otra solución que exigir competencia profesional y resultados. Que se ensayen otras cosas al principio es más que probable. Pero la presión popular exigirá resultados y ahí es donde entrarán a funcionar los que saben producirlos.

Hay momentos especiales en la vida pública de las naciones en que los desastres provocan una reacción rápida y beneficiosa en que la gente decide no conformarse con cualquier cosa (el gradualismo) sino lograr lo que ansiaban. Para lograrlo es preciso predicar el éxito y mostrarlo. Los teóricos marxistas y planificadores de todo lo que no saben hacer quedarán entonces revelados como lo que son: cotorrones sin ejecutoria.