La última puerta. Por Tania Diaz Castro CUBANET

 Si el suicidio es, sobre todo, el desenlace de un repentino sentimiento de frustración y de un fuerte estado depresivo ante el fracaso, ¿por qué entonces personas vinculadas a la nomenclatura castrista han preferido la muerte a seguir siendo fieles cumplidores de sus postulados?

Las organizaciones políticas del país analizaron hace cuatro años el "Código de ética de los cuadros del estado cubano", que trata sobre los mismos argumentos que ha esgrimido el régimen a lo largo de sus 46 años de mandato: "predicar con el ejemplo personal con una actitud exigente hacia sí mismo; ser estricto cumplidor de los compromisos y de la palabra empleada; combatir la apatía, la indolencia, el pesimismo; entregarse por entero y con amor al desempeño cabal de la responsabilidad encomendada; ser fiel a los principios que entraña la Patria, la Revolución y el Socialismo", etc.

Algo que contradice lo planteado en este código comunista es el historial de suicidios de la Cuba revolucionaria en las últimas cuatro décadas. Según datos recientes de la Organización Mundial de la Salud (OMS), la isla del doctor Castro es el país latinoamericano con mayor índice de suicidios.

Todo comenzó en los primeros días de marzo de 1959. El comandante del ejército rebelde Félix Lugerio Pena, como presidente del tribunal militar, absolvió a numerosos oficiales de la aviación batistiana. Fidel Castro, en desacuerdo, ordenó un segundo juicio para que fueran condenados a treinta años de cárcel, y el comandante Pena se privó de la vida.

Le sigue Raúl Chirino, un revolucionario que tras sostener una entrevista con Fidel Castro se suicidó en un dispensario médico.

Otro héroe de la Sierra Maestra, y luego un alto jefe del Ministerio del Interior (MININT), el comandante Eddy Suñol, se suicidó con su pistola calibre 45 sin que se conocieran las razones.

El 8 de diciembre de 1964, después de sostener en su despacho una conversación telefónica con Fidel Castro, el comandante Augusto Martínez Sánchez se disparó en el pecho con su pistola. Quedó vivo, pero separado de su cargo como ministro de Trabajo, y para siempre de la vida pública.

En otro despacho, esta vez el de Raúl Castro, segundo jefe de gobierno, se disparó en la sien con su pistola 45 su cuñada, Nilsa Espín. Comentarios callejeros decían que se trataba de un doble suicidio, pues ese mismo día, pero en la provincia Pinar del río, se había privado de la vida el esposo de Nilsa. Ambos habían combatido en la Sierra junto a Fidel Castro.

En 1971 se mató de un balazo en el corazón el joven funcionario Javier de Varona. Regresaba de la cárcel, donde había estado bajo investigación por haber participado en la redacción de un análisis sobre la situación nacional, sobre el fracaso de la zafra de los diez millones y los errores del máximo líder en relación con la misma.

En esa década del setenta otro alto funcionario del régimen a principios de la revolución, hijo del mártir Menelao Mora, muy querido y admirado por sus amigos, Alberto Mora, no pudo soportar la humillación de ser enviado a una granja de castigo, donde lo encontraron muerto y vestido de militar. Unos meses antes había salido en defensa de su amigo, el poeta Heberto Padilla, cuando éste fue obligado a una autocrítica pública en la Unión de Escritores. Durante varios años ocupó el cargo de ministro de Comercio Exterior.

Unos años después, el 26 de julio de 1980, la ex guerrillera de la Sierra Maestra, Haydeé Santamaría, utilizó también su 45 para morir. En esos momentos era la presidenta de "Casa de las Américas" y gozaba de la confianza de Fidel Castro. Tres años después, el 23 de junio de 1983, y según se comenta, luego de una fuerte discusión con el comandante Ramiro Valdés, el doctor Osvaldo Dorticós Torrado se privó de la vida, siendo ministro de Justicia. De 1959 a 1976 desempeñó el cargo de presidente de la república.

Jesús Manuel Suárez Estrada era hombre de confianza en el Comité Central del Partido Comunista de Cuba, donde laboró largos años. Una tarde tomó su auto para dirigirse al parque Lenin, en las afueras de la ciudad. Allí se ahorcó de un árbol. En su juventud publicó un interesante libro de versos. En su pueblo natal, Santa Clara, fuimos amigos. Ni siquiera su familia supo la razón del suicidio.

Tras el fusilamiento del General Arnaldo Ochoa y otros oficiales, en julio de 1989, dos coroneles del Ministerio del Interior decidieron suicidarse: Rafael Álvarez Cueto, jefe de Finanzas, y Enrique Sicard, jefe de Inteligencia.

En 1994, por razones aún desconocidas, Jorge Enrique Mendoza, director del periódico Granma durante años, intentó suicidarse de un disparo. Poco después falleció de un infarto cardíaco.

Dos chilenas muy conocidas, Beatriz, hija del ex presidente Salvador Allende, y Laura, hermana de Allende, que gozaban de la protección del régimen castrista, decidieron despedirse para siempre de los amaneceres del trópico. Beatriz, con su arma, en la elegante residencia de Miramar que le fue cedida por el gobierno cubano, y Laura lanzándose del piso 16 del apartamento donde vivía en la barriada del Vedado.

Por esas peculiaridades de la historia terminamos esta crónica recordando a otro comunista cubano que se suicidó en 1911 junto a su esposa Laura, hija de Carlos Marx. Me refiero a Pablo Lafargue, mulato nacido en Santiago de Cuba y convertido desde su juventud en un incondicional del comunismo. Un poco antes de su pacto suicida se había publicado su libro "El determinismo económico en Carlos Marx".

Muchas de estas personas seguramente dejaron una nota antes de morir. Conociendo al régimen castrista como lo conozco, pienso que fueron echadas al fuego porque su pecado fue no poder abrir su última puerta.

De todas formas termino con el pensamiento del filósofo alemán Schopenhauer, porque le viene como anillo al dedo a tan triste historia: "Cuando los terrores de la vida sobrepasan el terror de la muerte el hombre pone fin a sus días".