The Lost City',Resurrección de La Habana 
Posted on Fri, Mar. 03, 2006

 

 

By RENE JORDAN
Crítico de cine/El Nuevo Herald
En la penúltima de nuestras tradicionales charlas de domingo, Guillermo Cabrera Infante acababa de ver un roughcut en videocasete de The Lost City y se mostraba más que complacido: entusiasmado. ''El trabajo de Andy García es muy profesional. Nadie diría que se trata de un director debutante''. Mayor elogio es imposible por parte de un crítico tan severo como Caín, que, además, era autor del libreto.
''El corte del guión original es muy juicioso. Sugerí abreviar aún más para reducir el metraje de la película. Recién he visto un segundo roughcut y todo fluye con más ritmo'' opinó Caín. ``Se eliminó lo innecesario''.
El primer guión, de marzo de 1994, era, por propia admisión del autor, demasiado largo. Cuando surgieron problemas que atascaron la producción, Guillermo quiso adaptarlo y publicarlo como novela, pero la venta previa de los derechos se lo impidió. Su saga de una familia destrozada por la Revolución no pudo trasmutarse en literatura. La película, al fin, corporizó el sueño en realidad.
''Lo más efectivo es el uso de la música'' afirmaba Caín, con toda razón. Andy García compuso la partitura y también se vale de la nostalgia inspirada por Bola de Nieve, por aires populares como Suavecito. Particularmente lograda es la secuencia del asalto a Palacio, que se entrecruza con un número de baile en el cabaret ''El Trópico'' de Fico Fellove.
Admirable es la valentía de presentar a Ernesto Guevara como el inflexible verdugo del Castillo de la Cabaña, especialmente ante la actual deificación del siniestro Ché. Según me contó Guillermo, Isabella Rossellini rechazó el principal rol femenino porque jamás participaría en un proyecto que difamaba al ídolo de la izquierda cinematográfica. Aún están en la pantalla esas escenas que le crearon problemas de distribución a The Lost City y que bullen con el desprecio del autor por quien llamaba ``ese fanático aventurero argentino''.
También está el momento de absurda ceguera en que una miliciana prohíbe el uso en la orquesta del saxofón, ''ese instrumento imperialista''. Fellove insiste en que lo inventó Sax en Bélgica, y le sacan en cara nada menos que al Congo Belga. El intercambio de frases es pura ironía a lo Caín, con la amenaza de cerrar el cabaret por culpa del saxofón. En tres minutos se retrata la imbecilidad del sectarismo armado.
Guillermo evocó La Habana noctámbula de Tres tristes tigres y pespunteó el guión con nombres de la topografía de la época. Fico y Aurora cenan en el restaurante ''Pacífico'' y hay alusiones a Potín y al Carmelo de la calle Calzada. Andy García ha logrado, casi milagrosamente también, evocar esa atmósfera filmando en Santo Domingo e imitando el Palacio Presidencial y la calle Humboldt. Las locaciones están certeramente elegidas y a veces se tiene la ilusión de ver lo que es realmente ''la Ciudad Perdida'', porque su existencia ya no es geográfica sino histórica.
Aflora a cada momento el contrasentido de un mundo caprichosamente inventado por invasores marxistas. A Aurora, cuñada de Fico, la proclaman ''Viuda de la Revolución'', como si fuera posible enviudar de una espanto que sigue vivo y aplastante. Guillermo se burla de múltiples disparates a través de ''The Writer'', un personaje que es su alter ego y en el que Bill Murray se hace eco del sarcasmo vitriólico de Caín.
Como actor, es el mejor trabajo de Andy García al colarse bajo la epidermis de Fico Fellove. Inolvidable es una secuencia que escalofriará a cualquiera que se haya visto en similar situación al abandonar la isla. En la infernal ''Pecera'' del Aeropuerto de Rancho Boyeros, a Fico le requisan sus posesiones, lo desnudan de sus recuerdos. Al dejar atrás el reloj de su padre (magníficamente encarnado por Tomás Milián) el rostro de Fellove se contrae en una mueca de ira ante la injusticia, pero a la vez sus ojos reflejan amargura y liberación. Como tantos otros a través de casi 50 años, ha comprendido la dolorosa verdad: enterrar el pasado para sobrevivir en el futuro. La escena es tan poderosa que ahí debió terminar este filme que no necesita epílogo.
En The Lost City, la estructura es de Cabrera Infante y la construcción, de Andy García. Preserva la esencia literaria del original, traducida pero no traicionada, sin perder energía al condensarse en una película de duración programable. Entre los dos, Guillermo y Andy, han encontrado la ciudad perdida.
Quienes la lleven aún en la memoria, la reconocerán con una mezcla de piedad y terror, elementos integrales de una tragedia de nuestros tiempos. Aquí está. Bienvenidos sean a la resurrección de La Habana para un Infante difunto.
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