Restauración de la República Constitucional Cubana. Las Bases Morales.

Primera Parte: Moral Ciudadana

Por: Alberto Luzárraga

http://www.futurodecuba.org

 

 

I- Introducción.

 

Cuba tiene una historia constitucional de la que puede enorgullecerse. Castro ha denigrado todo lo hecho e intentado escribir la historia a su manera a fin de justificar su régimen. Nuestras instituciones han sido destruidas sistemáticamente. Para restaurarlas es preciso volver a los orígenes y dar a nuestro pueblo una idea cabal de su historia y de como superar nuestra situación actual. Hace falta entender no sólo como funciona una república, tema que ya consideramos en nuestro trabajo “El Estado de Derecho”, sino aún más importante como se conserva y se mantiene la república. Como veremos, mantenerla requiere no sólo un sistema jurídico técnicamente bueno sino algo mucho más importante y fundamental: la actitud y compromiso de las personas que integran la sociedad con la justicia y la honestidad. Actitud que naturalmente depende de la educación recibida. El Padre Varela, correctamente llamado ‘el primero que nos enseñó a pensar’, explicó lo anterior con claridad característica. Lo citaremos profusamente.

 

II- El Padre Varela y los Comienzos.

 

Corría el año de 1820 y se había restablecido en España la Constitución de 1812. El Obispo Espada, hombre de visión e ideas liberales, aprovecha la oportunidad y crea la cátedra de Constitución en el Colegio Seminario de La Habana. Prácticamente fuerza a un renuente Padre Varela a concurrir a las oposiciones convocadas al efecto. Fue una excelente decisión. Varela, con su genio innato, auxiliado por su discípulo José Antonio Saco, estudió exhaustivamente el tema y en seis meses se preparó y ganó las oposiciones. Comienzan las clases el 18 de Enero de 1821 con 193 alumnos muchos de los cuales fueron después importantes figuras en los trabajos libertarios. Varela, con su habitual visión, invitó también a los militares. No era un momento fácil para predicar constitucionalismo a los militares. La Habana era centro del intento de reconquista española en América y sufría los efectos de una concentración militar. Pocos años después, en 1823, se restablecía el despotismo y Cuba quedaba sometida a un capitán general con facultades de gobernador de plaza sitiada, en el cual se confundían todos los poderes del estado o sea, un auténtico precursor del castrismo.

Varela describió a su cátedra así: "Yo llamaría a esta cátedra, la cátedra de la libertad, de los derechos del hombre, de las garantías nacionales, de la regeneración... la fuente de las virtudes cívicas”.

Sucintamente, definió la necesidad de educar para la libertad, problema neurálgico de ayer y de hoy:

·        "La credulidad es el patrimonio de los ignorantes. La experiencia y la razón son las únicas fuentes o reglas de los conocimientos. Creemos muchas cosas porque así se creen y se han creído por todos; y otras muchas las rechazamos porque tradicionalmente se vienen rechazando por la generalidad."

·        "Nos despojamos muy difícilmente de las ideas que nos infiltraron desde la infancia y en virtud de ellas llegamos a obrar por una especie de hábito. Hemos sido en fin educados de tal modo que tenemos a gala impugnar y eliminar fulminantemente todo lo que contradice nuestras opiniones. ¡Cuántos males tienen aquí su origen!”

Su pensamiento, que hoy suena profético, penetraba los problemas creados por una educación absorbida en el marco del absolutismo. Ni es nuevo el desafío, ni tampoco imposible de enfrentar y resolver.

Casi inevitablemente, Varela fue impulsado a aspirar como diputado a las flamantes Cortes Españolas. Electo, asumió su cargo y por un corto tiempo pudo gustar de la libertad de pensamiento y luchar por causas justas hasta que las Cortes fueron disueltas con la restauración del despotismo. Condenado a muerte, emprendió el camino del exilio en Nueva York. Allí desempeñó una incansable y fructífera labor, fundando varias parroquias y obras de apoyo social a los inmigrantes. En momentos de crisis fue llamado para ejercer de vicario de la diócesis. No obstante, restó tiempo al descanso para editar un periódico, El Habanero, que introducido clandestinamente en Cuba junto con las Cartas a Elpidio, sembró las semillas del republicanismo cubano que fructificó en Yara.

III- División de Poderes y Derechos de la Persona.

La primera idea a sembrar en la mente del ciudadano es: La esencia de toda república constitucional consiste en evitar la concentración del poder en sólo unas manos. La segunda es: Los derechos de la persona son innatos e inalienables. Una vez que esto se entiende el sistema lo refleja porque el pueblo lo exige.

División de Poderes. El hombre, ser gregario por naturaleza, se asocia para sobrevivir y progresar. La asociación crea la necesidad de estipular reglas de conducta y de alguien que las interprete y las haga cumplir si se vulneran. Y ahí sencillamente tenemos el origen de los poderes del estado moderno: ejecutivo, legislativo y judicial. En los pueblos primitivos el poder ejecutivo y el judicial a veces se confundían pues el jefe o el rey era también juez, pero en las sociedades más avanzadas ya había división del poder, los ancianos legislaban y/o juzgaban. La civilización perfiló esas funciones y las delimitó siempre con el mismo objetivo, frenar el poder y dar garantías al individuo. Grecia y Roma fueron ejemplos de esa aspiración, alcanzando en ciertas épocas progresos notables, alternadas con caídas en el despotismo. Durante el período medieval, que siguió a la caída del imperio romano, hubo importantes intentos de limitación del poder real de los cuales el más conocido es la Carta Magna.

En el siglo XVIII Montesquieu, en su obra El Espíritu de las Leyes, entró más a fondo en el problema de las relaciones entre los poderes del estado y sus límites recíprocos. Su obra sirvió de referencia a los creadores modernos de repúblicas, en particular la república americana y la francesa. Pero éstas tienen diferencias enormes en su génesis. La república americana nace de una tradición inglesa de limitar el poder real. La revolución que la produce surge del convencimiento de los colonos que sus derechos personales como ingleses, y la división del poder habían sido violados por el rey. La revolución francesa es más drástica y muy enfocada en resentimiento clasista. Como la americana, muda radicalmente el estado de cosas vigente pero acaba concentrando poderes mientras paradójicamente alaba el republicanismo y la libertad individual. Ambos procesos necesitan de un líder militar durante el período de lucha, Napoleón y Washington.

Pero los diferentes enfoques de sus líderes produjeron diferentes resultados. Un militar, Napoleón, concentra poderes, se hace coronar emperador, y acaba depuesto y encarcelado con el antiguo régimen restablecido. Washington, aunque también de extracción militar, supo resistir la tentación del poder absoluto. Creía en los límites al poder. Los aceptó y pasó así a la historia como el padre de su patria, y el creador de un sistema estable. Estados Unidos ha tenido 217 años de régimen constitucional estable con sucesión presidencial y elecciones aún durante la guerra civil .En ese mismo período Francia ha tenido 10 regímenes diferentes y cinco repúblicas con nuevas constituciones.

Derechos de la Persona. La creencia de que existen derechos inalienables de la persona humana, innatos y no concedidos es la base del pensamiento de la limitación del poder. Un análisis de todas las tradiciones de gobierno nos da similares resultados en algún momento o situación. Así, en nuestra tradición (mudada por el absolutismo de los Hasburgos) observamos como los reyes de Castilla juraban los fueros locales, en ocasiones con bellas fórmulas, como la observada por el Señorío de Vizcaya donde el rey juraba para después escuchar estas palabras: “Y sabed señor que cada uno de nos vale tanto como vos y que todos juntos valemos más que vos”.

Varela, sabía de sobra lo anterior y nos dijo: "Por la naturaleza todos los hombres tienen iguales derechos y libertad. Un gobierno que dirija a la sociedad es necesario”. Pero enfatiza que el poder está limitado por las exigencias de la naturaleza humana organizada en sociedad. “La sociedad jamás pretendió ser esclava de su gobierno, ni renunciar a sus derechos de adelantamiento y perfección.” "Todo pacto social, no es más que la renuncia de una parte de la libertad individual para sacar mayores ventajas de la protección del cuerpo social y el gobierno es un medio para conseguirlas. Ningún gobierno tiene derechos. Los tiene sí el pueblo para variarlo cuando él se convierta en un medio de ruina en vez de serlo de prosperidad." Para Varela la sociedad es un cuerpo en desarrollo. Debe crecer y progresar. El gobierno jamás está facultado para impedir este desarrollo. Cuando lo hace crea cuerpos sociales débiles y tambaleantes que piensan necesitar el sostén del gobierno para todo. Es parte esencial del diseño para la tiranía.

Si Félix Varela viera la Cuba de Castro, nos diría hoy igual que hace 180 años: Sin libertad no existe la nación: "¿Qué nación podrá merecer este nombre si no es libre? Cuando todas las cosas se hayan trastornado y los hombres hayan llegado a perder sus derechos imprescriptibles, sin poder reclamarlos sino a costa de su propia existencia; cuando un corto número, olvidando el origen de su poder, se haya hecho árbitro de la suerte de los demás, ¿Diremos que éste es un pueblo feliz o un conjunto de esclavos en que la desgracia ha fijado su mansión?”

 La proclama de Yara recogió su enseñanza:

"Queremos disfrutar de la libertad para cuyo uso creó Dios al hombre. Profesamos sinceramente el dogma de la fraternidad, de la tolerancia y de la justicia, y considerando iguales a todos los hombres, a ninguno excluimos de sus beneficios; ni aun a los españoles, si están dispuestos a vivir en paz con nosotros. Queremos que el pueblo intervenga en la formación de las leyes, y en el reparto e inversión de las contribuciones. Queremos abolir la esclavitud indemnizando a los que resulten perjudicados. Queremos libertad de reunión, libertad de imprenta y libertad de conciencia; y pedimos religioso respeto a los derechos inalienables del hombre, base de la independencia y de la grandeza de los pueblos. Queremos sacudir para siempre el yugo de España y constituirnos en nación libre e independiente.”

La Constitución de Guáimaro establece la división clásica de los poderes del estado a pesar de una situación de guerra. Recoge el concepto de los derechos naturales del hombre y establece: (Art. 24) Todos los habitantes de la República son enteramente libres. (Art. 26) La República no reconoce dignidades, honores especiales, ni privilegio alguno. La Cámara no podrá atacar las libertades de culto, imprenta, reunión pacífica, enseñanza y petición, ni derecho alguno.

Fue el comienzo de la república. Tan preocupados estaban los constituyentes de las garantías al ciudadano que se prohíbe a la Cámara el ‘atacarlos.” Lo cual fue novedoso y preciso. Cualquier legislación que cercene los derechos de la persona es un verdadero ataque a la ciudadanía. Todas nuestras constituciones subsiguientes, tanto de la república en armas como del estado cubano ya constituido, (1901, 1940) han sido profusas en reconocer derechos ciudadanos, en limitar los poderes del estado y en ofrecer medios para hacerlo. El recurso de habeas corpus, y en particular el recurso de inconstitucionalidad de las leyes existían en Cuba desde 1900 y 1903 respectivamente. La excepción es el adefesio constitucional castrista que simula dividir los poderes, pero de hecho los concentra en un ejecutivo omnipotente, mientras desvergonzadamente enumera una serie de ‘derechos’ y concluye diciendo que no se pueden ejercer para cambiar el sistema de gobierno. Exactamente lo opuesto del pensamiento constitucional sano y racional. El pueblo otorga la constitución para obtener precisamente el resultado contrario: gobiernos mudables si no se ajustan a la voluntad de los gobernados.

IV- Las Bases Morales de una República.

Buenas y doctas constituciones hay muchas. Pero pocas perduran. La mayoría es barrida por acontecimientos políticos o conmociones como revoluciones y guerras. Quiere decir que la calidad técnica de una constitución es ciertamente importante pero no es el elemento esencial para lograr estabilidad institucional. Los países estables cuentan con otro elemento: el convencimiento de la ciudadanía de que si no se respeta el orden constitucional y la ley no es posible vivir en paz.

Ese convencimiento engendra respeto mutuo entre los ciudadanos y gran aprecio por la legitimidad constitucional. El respeto exige que no se tolere el discurso golpista. Libertad de expresión, toda, pero incitación al golpe y al suicidio social, jamás. Como lograrlo sin coartar los derechos ha sido siempre una cuestión a resolver. En un reciente trabajo decíamos: “Una formulación útil es la de la constitución alemana que enfrentada con el mismo problema, lo resolvió así: (mi subrayado)

 Art. 21.2 "Son inconstitucionales los partidos que por sus fines o la conducta de sus seguidores se propongan menoscabar o destruir el orden fundamental libre y democrático y poner en peligro la existencia de la República Federal de Alemania. Corresponde al Tribunal Constitucional declarar dicha inconstitucionalidad."

Este precepto mejora, porque provee la solución judicial, el contenido del Art. 37 de la constitución del 40 que enfrentada a la doble amenaza del fascismo y el comunismo también consideró el problema al expresar: "Es ilícita la formación y existencia de organizaciones políticas contrarias al régimen del gobierno representativo democrático de la República, o que atenten contra la plenitud de la soberanía nacional."

 

Cuando el sentimiento libertario prima, el golpista es tan mal visto que no puede actuar. Esto implica virtud ciudadana. Alexis de Tocqueville, noble francés que a mediados del siglo XIX recorrió América del Norte para estudiar el sistema imperante, escribió una obra clásica repleta de conclusiones agudas sobre lo que observaba. Sobre todo le llamó la atención el sentimiento comunitario y la disposición de los ciudadanos de pueblos pequeños a cooperar y a ofrecerse espontáneamente para toda clase de obras útiles. Analizó el sistema en detalle pero a la hora de formar conclusiones resumió lo visto en una frase que se hizo famosa: América es grande porque es buena.

No es una simple frase, el autor iba a fondo. Una ciudadanía buena y sana confía en los otros ciudadanos y actúa de una forma solidaria, a diferencia de las ciudadanías sumidas en el odio, el egoísmo y la desconfianza. Los tiranos se especializan en dividir y sembrar la desconfianza y para ello, con maldad y cálculo, utilizan a la propia ciudadanía. Es la garantía de su continuismo. Varela conocía la historia y sentencia: "Los pueblos pierden su libertad o por la opresión de un tirano o por la malicia y ambición de algunos individuos que se valen del mismo pueblo para esclavizarlo, al paso que le proclaman su soberanía” Excelente maestro. Nos puso en guardia sobre lo que habría de venir cuando nos decía: "Hay un fanatismo político que no es menos funesto que el religioso, y los hombres muchas veces con miras al parecer las más patrióticas, destruyen su Patria encendiendo en ella la discordia civil por aspirar a injustas prerrogativas."

Castro destruyó el sistema constitucional cubano, después de prometer restaurarlo, apelando al patriotismo. El fanatismo siempre viene mezclado con falso patriotismo. De lo contrario, no es vendible. De nuevo Varela: "El patriotismo es una virtud cívica, que a semejanza de las morales no suele tenerla el que dice que la tiene, y hay una hipocresía política mucho más baja que la religiosa. La juventud es muy fácil de alucinarse con estos cambia colores y de ser conducida a muchos desaciertos.” Los falsos patriotas“Hacen del patriotismo un instrumento aparente para obtener empleos y otras ventajas de la sociedad. Nadie opera sin interés, todo patriota quiere merecer de su patria, pero cuando el interés no se aviene al bien de la patria se convierte en depravación e infamia. El falso patriotismo consiste en que muchas personas, las más ineptas y a veces las más inmorales, se escudan en él disimulando el espíritu de especulación y el vano deseo de figurar. No puede haber un mal más grave en el cuerpo político y en nada debe ponerse mayor empeño que en conocer y despreciar estos especuladores.".

La libertad no se mantiene sin cuidado diario. Precisa formarse cívicamente y estar alertas para conocer y despreciar [a los] especuladores." Los países estables y prósperos gozan de un patriotismo maduro, cívico y razonador, que repudia a los demagogos exaltados que prometen todo lo que no pueden dar.

La moral ciudadana es indispensable para renovar a través del voto las piezas movibles de la república es decir, los poderes ejecutivo y legislativo. La tocaremos a continuación y después examinaremos dos piezas esenciales y no renovables por el método electoral, es decir, las fuerzas armadas y el poder judicial que deben ajustarse a una moral de cuerpo.

V- Moral Ciudadana Informada y Aplicada.

La libertad, don precioso, está continuamente bajo ataque. Siempre por malicia y ambición, pero con mayor frecuencia por ignorancia y frivolidad. La ignorancia es peligrosa porque puede ser tan irreflexiva como audaz. La frivolidad lo es porque a menudo pasa desapercibida.

Para mantener la república y disfrutar de la libertad en sociedad hay que entender en que consiste el sistema, estar atentos, y no dejarse llevar por palabras. Es ignorancia culpable el no informarse sobre como debe funcionar el país. Es nocivo conformarse con el último discurso altisonante que apela tan sólo a la emoción y no propone nada sensato. Es frívolo, egoísta y poco inteligente recoger de estas piezas oratorias tan sólo ‘lo que a mí me conviene” porque un buen demagogo pondrá diversas carnadas en su anzuelo, todas a gusto del consumidor. Basta analizarlas, y se verá que son contradictorias o de imposible cumplimiento. Se ha dicho que el ‘papel lo aguanta todo’ y es cierto, pero el aire aguanta más, particularmente cuando el orador puede decirle que no dijo eso o que se le entendió mal.

Pero a una ciudadanía informada y atenta no se le vende gato por liebre tan fácilmente. La educación cívica debe ser asignatura escolar, pero la escuela no sustituye al hogar ni al esfuerzo propio. El adulto que no la recibió (o peor la recibió adulterada) debe ser un autodidacta para formarse él y ayudar a sus hijos a ser buenos ciudadanos. La buena ciudadanía es inversión segura en la paz social y en el futuro de sus hijos. La paz social no la da nadie. Sale de la sociedad y de sus integrantes y requiere buena conducta y buenos ejemplos.

Un deber ciudadano importante es educar e informar al que no entiende por ignorancia o confusión. No todo puede hacerse por los medios de difusión públicos. Un buen amigo o vecino que informe respetuosa y amistosamente puede hacer mucho. En la Cuba post Castro será esencial el hacerlo para remediar tantos años de propaganda y tergiversación de la verdad y de la historia patria.

La buena ciudadanía aplicada tiene mucho material docente de donde escoger. Algunas máximas de Thomas Jefferson serían particularmente útiles:

·        “El derecho de actuar según nuestro criterio cae dentro de los límites que nos plantean los derechos ajenos. La base verdadera del gobierno republicano es el igual derecho de cada ciudadano para ejercer sus derechos tanto personales como de propiedad. Ningún hombre tiene un derecho natural a agredir los derechos ajenos. Es todo lo que las leyes deberían restringir.”

·        “El derecho de autogobierno NO implica el derecho de gobernar a los demás. “ Las minorías tienen iguales derechos que las leyes deben respetar. No hacerlo sería opresión.”

·        “La prosperidad llega a su apogeo cuando se basa en la iniciativa personal.”

·        “ Tomar de unos para dar a otros, porque se estima que por su industria y trabajo han adquirido mucho; para entregarlo a los que no han hecho lo mismo, es violar arbitrariamente el primer principio de asociación, la garantía a cada cual del fruto de su industria y su trabajo.”

La base de la libertad es la propiedad privada, derecho natural por excelencia, que vemos brotar espontáneamente en el niño que dice: esto es mío. Confiscar para concentrar la propiedad en el estado con la excusa usual de beneficiar a la comunidad y ‘repartirla’ más justamente, es en realidad un ataque a la sociedad y al individuo. Recordemos a Jefferson cuando nos habla de la violación arbitrara del primer principio de asociación y a Varela: "Todo pacto social, no es más que la renuncia de una parte de la libertad individual para sacar mayores ventajas de la protección del cuerpo social y el gobierno es un medio para conseguirlas.”

Una vez que se viola ese primer principio de asociación no hay límites. Excepto, la conveniencia del ’repartidor.’ La propiedad privada es lo único que protege al ciudadano y le permite tener los medios con que resistir un gobierno arbitrario que pretenda controlarlo todo y que magnánimamente ‘dé’ a los ciudadanos lo que le parezca. Por ello las tiranías la aborrecen y la marxista en particular la pinta como instrumento de explotación sin decir lo obvio: concentrarla en un solo dueño, el estado, es crear el instrumento más idóneo para la explotación y el control total sobre la ciudadanía.

El gobierno, ente impersonal, no produce nada; sólo ‘da’ lo que producen los ciudadanos. Lo que ‘da’ el socialismo marxista lo sustrae de la sociedad y sus miembros para entregarlo con preferencia arbitraria e injusta a quienes le son políticamente confiables por un período de tiempo, el necesario para consolidar su poder o mantenerlo. Mientras tanto para esconder sus manejos, truena contra las ‘injusticias’, estimula el odio y la envidia, y establece un sistema que garantiza la falta de equidad; simplemente porque no[al1]  limita el poder y crea nuevas clases inamovibles que no dan cuenta a nadie de su gestión.

Para un pueblo que sale de la opresión y de los ‘actos masivos’ estos son principios básicos que deben ser absorbidos. Políticamente se gana convenciendo, creando mayorías electorales y no imponiendo. Atacar y repudiar violentamente a alguien porque piense en forma diferente es un acto antisocial y no una virtud. Las minorías, mientras no intenten subvertir el orden constitucional establecido, deben tener plenas garantías. Siempre que ese orden constitucional haya surgido de un voto libre, mayoritario, honestamente escrutado, con plena libertad de expresión y de formar partidos.

Dejarse usar para maniobras totalitarias, es entregar absurdamente los derechos personales y la razón, a otro, para que haga con ellos lo que le parezca.

En una república, la equidad consiste en la igualdad ante la ley de todo ciudadano sin que se tomen en consideración sus opiniones personales. Significa crear igualdad de oportunidad para desenvolverse y no igualdad de resultados. Sabemos por experiencia que esto último es un mito porque los hombres difieren en capacidad y esfuerzo.

La libertad es la mejor forma de lograr justicia y paz social y ello incluye ocuparse de los desamparados y necesitados en su seno. Una sociedad libre, moral y justa lo reclama. Una sociedad tiránica e hipócrita como la castrista lo simula.

 

 

 

Restauración de la República Constitucional Cubana. Las Bases Morales.

Segunda Parte: Moral Judicial Y Militar

Por: Alberto Luzárraga

http://www.futurodecuba.org

 

VI- Religión, Patriotismo y Moral

La moral ciudadana en acción como la base de la república fue enfatizada por George Washington y Félix Varela. Washington el general, y Varela el presbítero, insisten en la religión y el sano patriotismo. Predicaron ambas cosas porque ambas se apoyan mutuamente, razón adicional para que el marxismo ataque sistemáticamente a la religión. No significa que ser religioso garantice el civismo y que no serlo lo elimine. Hay ciudadanos religiosos muy plegables y agnósticos muy cívicos. Pero el creer que existe un legislador superior al hombre, autor de la ley natural, es la base de la doctrina de los derechos de la persona. No los concede el gobernante, sino que están grabados en el corazón del hombre por el Creador. Y por ello son imprescriptibles e inalienables. Si fueran creación humana pudieran cambiarse por los hombres. Terrible peligro, pues facilitaría ‘derechos humanos’ mudables a conveniencia. ¿Y quien duda que así ocurriría?

Washington, en su discurso de despedida decía (traducción libre): La religión y la moralidad son apoyos indispensables de todos los hábitos que conducen a la prosperidad política. El simple político junto con el hombre piadoso debe respetarlos y amarlos. Simplemente preguntemos: ¿Donde residiría la seguridad para la propiedad, la reputación, y la vida si el sentido de la obligación religiosa desapareciera de los juramentos que se usan como instrumentos [de decir verdad] en las Cortes de Justicia? Andemos con cuidado con la suposición de que la moralidad puede prevalecer si se excluye la religión. Podrá decirse que la educación esmerada puede influenciar positivamente ciertas mentes, pero la experiencia y la razón nos indican que no es posible esperar que una moral nacional pueda prevalecer en la ausencia de un principio religioso”.

Varela nos define en que consiste el verdadero patriotismo: "Lo que más debe desearse en la Isla de Cuba, es que los hombres de provecho... los verdaderos patriotas se persuadan de que ahora más que nunca están en la estrecha obligación de ser útiles a su patria… que tomen parte en todos los negocios públicos con el desinterés de un hombre honrado, pero con la energía y firmeza de un patriota. No abandonen el campo para que se señoreen de él cuatro especuladores y alguna chusma de hombres degradados, que sin duda se animarán a tomar la dirección del pueblo si encuentran una garantía de su audacia en la inoportuna moderación de los hombres de bien."

Son palabras duras pero proféticas. Cuando la ciudadanía es pasiva y sólo contempla la lucha por el poder entre los ambiciosos, cuando el discurso político sólo consiste en acusaciones mutuas, se abre el campo a la confusión y al desaliento que inevitablemente serán explotados por un demagogo de palabra fácil que carece de ideas viables pero promete de todo y exalta los sentimientos patrios para aprovecharse de ellos. Acaba por adueñarse del poder y establecer un sólo discurso, el suyo.

Es historia reciente y prolongada en demasía. No podemos darnos el lujo de repetirla.

Extraer a nuestro pueblo del pozo moral y dialéctico creado por el marxismo, y hacerlos ciudadanos pensantes y exigentes, que vivan la libertad y luchen por conservarla, en vez de meros habitantes de una comarca será el mayor desafío de los creadores de la nueva república.

Para que se reconstruya la república es indispensable un esfuerzo sistemático de educación civilista. Crear esperanza en la juventud, confianza mutua, acabar con la doble moral y los malos hábitos, con los vicios promovidos y tolerados para entretener a los esclavos. Reconstruir la familia y volver a una tasa de crecimiento demográfico normal. Procurar que Cuba deje de ser un país azotado por el aborto masivo facilitado y promovido por el régimen y pueda aspirar a ser una sociedad joven y pujante y no un país envejecido por la baja tasa de natalidad. Es la terrible consecuencia de las políticas del régimen. Las palabras de la Madre Teresa son claras: “un país que mata a sus hijos no puede sobrevivir”.

VII- Moral Judicial.

Nuestro sistema judicial que era independiente, técnicamente bueno y honesto ha sido destrozado por Castro. El Art. 122 de la constitución castrista dice que los jueces son "independientes" pero de acuerdo con esa misma constitución (Arts. 75 y 121) los jueces y hasta los magistrados del Tribunal Supremo deben su puesto a la Asamblea del Poder Popular que los elige y a quien están subordinados. La Asamblea, que se reúne dos veces al año por escasos días, es un apéndice del Consejo de Estado y aprueba lo que se le presente. El Consejo de Estado reunido todo el año, y dotado de facultades para legislar, es el verdadero poder legislativo. Como si no fuera poco, el Consejo de Estado tiene el increíble poder de dar “instrucciones” a los tribunales a través del Tribunal Supremo, a fin de asegurar que ningún juez se desvíe del camino “correcto”.

La Ley castrista de Organización del Poder Judicial consagra otra monstruosidad jurídica pues permite a un juez ejercer como tal y al mismo tiempo ser parlamentario. No contentos con violar las más elementales normas de incompatibilidad de cargos proceden a incorporar a los tribunales jueces legos (gentes del partido) para asegurar la adhesión incondicional de la judicatura y las sentencias prefabricadas según convenga. En Cuba no hay revisión judicial independiente de los actos de los otros poderes del estado y en particular de la constitucionalidad de las leyes. El Art. 75c) de la constitución castrista confiere esa función a la Asamblea del Poder Popular, pero es una competencia absurda pues quien dicta las leyes no puede ser juez de su validez constitucional. No ser juez y parte es un viejo principio de derecho que se repite en todos los tiempos y naciones.

El actual Poder Judicial en Cuba y en particular la justicia criminal está diseñado de ex-profeso como un apéndice del poder ejecutivo establecido tan sólo para intimidar e imponer condenas.

Los jueces son tan sólo funcionarios administrativos que reciben y aplican instrucciones mientras las disfrazan de lenguaje jurídico. Si el gobierno cambiase pero continuasen los mismos funcionarios el resultado sería previsible: Se plegarían a quien mande o peor aun a quien pague y reinaría la impunidad y el favoritismo. Para restaurar la república este es el peor problema estructural que enfrentan los países que emergen de dictaduras totalitarias. Toma tiempo mudar y remplazar una casta de jueces incompetentes o peor aún, politizados.

Es asunto vital, una república que vive en paz está sujeta a sus jueces. Es la única vía que garantiza resolver las disputas pacíficamente. No existe opción: El Poder Judicial no puede quedar en manos de elementos politizados y de dudosa competencia profesional.

De lo contrario, la seguridad jurídica desaparecería porque las mejores leyes sin buenos jueces son inoperantes. El resultado sería el desastre porque el ciudadano llegaría la conclusión de que existe impunidad y favoritismo tolerados y que la ley puede burlarse con ‘conexiones.’ El que no las tiene las busca, y encuentra la forma de evadir la ley, generalmente con éxito, pues el ser humano es naturalmente ingenioso para evadir lo que le molesta. El inversionista, tanto extranjero como nacional, ante esas condiciones se abstiene de invertir.  O peor aún, se produce una selección nociva en la que sólo invierten los que se amoldan al sistema, los que no necesitan seguridad jurídica porque buscan lucros rápidos e injustos, los que no tienen escrúpulos en sobornar y asociarse con lo peor del sistema.

Sin un buen sistema judicial no saldremos adelante. Ni habrá inversionistas honestos ni ciudadanos cumplidores.

Se requerirá un programa acelerado de entrenamiento de jueces mientras que los actuales deberán ser lustrados mediante un proceso racional en el cual los peores sean cesanteados de inmediato y los otros paulatinamente. Al mismo tiempo la formación y selección de jueces competentes, apolíticos y honestos será labor inmediata de la nueva república. Los jueces tienen que ser escogidos rigurosamente y su actuación evaluada por un organismo competente que incorpore autogobierno como en el pasado y un elemento externo para darle equilibrio pues careceríamos de tradición reciente de administración.

Nuestra tradición se remonta a la excelente Ley Orgánica del Poder Judicial dictada en 1908. Fue la base del Poder Judicial cubano en la república. Dicho poder Judicial funcionó bien en lo técnico y tuvo fama de ser honesto. Cuba contaba con excelentes juristas que se distinguieron internacionalmente.

Dicha ley (puesta al día) y sus principios deben ser la base del sistema a organizar porque está orientada a mantener la moral judicial. Es tema tan importante que intentaremos resumir en pocos párrafos lo principal:

·        Ingreso a la carrera judicial mediante examen de ingreso. Se creaba un escalafón según las calificaciones alcanzadas. El primero en el escalafón tenía derecho a la primera plaza que se abriera. Si no la tomaba pasaba al siguiente. Los aspirantes debían gozar de buenos antecedentes personales.

·        Una vez dentro del sistema el juez ascendía por méritos, por antigüedad o por oposición en el caso de Magistrados de Audiencia o sea, la Corte de Apelaciones.

·        Calificación de méritos que eran tomados en cuenta para los concursos entre funcionarios. Estos comprendían la publicación de obras jurídicas, el desempeño en el cargo, etc.

·        Organos competentes para administrar el Poder Judicial. Dichos órganos eran las llamadas Salas de Gobierno del Tribunal Supremo y de las Audiencias constituidas por los Magistrados Presidentes de Sala y los más antiguos. Esas Salas tenían facultades administrativas y disciplinarias. Podían amonestar, o corregir a los funcionarios imponiéndoles diversas penas desde una mera amonestación hasta postergación en el escalafón o suspensión de empleo y sueldo.

·        Incompatibilidades. Al juez hay que centrarlo en su profesión y por ello nuestras leyes proveían que un juez no podía ejercer como tal y ser militar, empleado de gobierno, ni desempeñar ningún cargo electivo o adscrito a los Poderes Legislativo o Ejecutivo excepto cuando se trate de comisiones designadas por el Poder Legislativo para tratar de las reformas de las leyes, caso donde la experiencia de un juez puede ser útil.

·        El juez no podía tener intereses en empresas que negociasen en el territorio donde ejercía sus funciones o ser socio, director, gestor o administrador de las mismas. Se le prohibía expresamente ejercer otra profesión. (Constitución del 40 Art. 170) Eran también incapaces para la judicatura, los procesados por cualquier delito, los condenados a cualquier pena aflictiva, los quebrados y concursados.

·        Inamovilidad vitalicia. Solo podían ser separados de sus cargos por causas graves y ello por procedimiento contradictorio ventilado ante la Sala de Gobierno del Supremo. Se establecía además que los jueces no podían ser trasladados sin su consentimiento a fin de que no pudiera forzarse la renuncia separando al juez de su familia o imponiéndole condiciones difíciles de trabajo.

La jurisdicción se dividía en Civil, Criminal, Contencioso Administrativa, y Constitucional con un tribunal especial constituido a esos efectos. En materia criminal el acusado tenía la amplia gama de derechos reconocida mundialmente, empezando por la presunción de inocencia y los medios de defenderse desde el habeas corpus, elevado a precepto constitucional por la constitución del 40, hasta la prohibición de utilizar la confesión del acusado como único medio de prueba.

Antes de Castro existía un sistema racional y moderno que otorgaba independencia a los jueces y garantías a todos los interesados. Constituye una base de referencia respetable sobre la cual construir incorporando los últimos adelantos de la ciencia jurídica y los cambios que requieran la situación actual, en particular la familia.

Elemento esencial: La obligación solemne de la judicatura a defender la constitución con valentía debe ser inculcada en el pueblo y exigida de los jueces.

No podemos volver a tener episodios como la vergonzosa sentencia número 127 de 17 de agosto de 1953 que reconoció como legítima la titulada Ley Constitucional de Batista. Era tan sólo la Constitución del 40 despojada de lo que no convenía a los golpistas. Se votó en el Tribunal de Garantías Constitucionales por 10 magistrados a favor y 5 en contra. Debemos consignar en justicia que los que votaron en contra dijeron que:

"La ley constitucional del 4 de abril de 1952 es inconstitucional y no podrá aplicarse en ningún caso ni en ninguna forma, debiendo de ser derogada por quebrantar los principios de soberanía popular innatos en el pueblo cubano, violar el contenido total de la Constitución del 40, que no ha sido derogada, su articulado, su esencia, sus principios y razón de ser, y en suma, por no provenir de ningún órgano legitimado para hacerlo."

Citamos lo anterior con un solo propósito. Demostrar que aún en un buen sistema la debilidad humana siempre está presente. Diez fallaron, cinco cumplieron. El poder intimida. Los que deben hacerle frente necesitan sentirse respaldados por una abrumadora mayoría popular que exprese su pensamiento con gran energía y resolución.

Como reorganizar la judicatura, no es objeto de este trabajo pero hemos intentado comenzar a enfocarlo en: Reflexiones sobre un futuro poder judicial en Cuba, disponible en http://www.futurodecuba.org sección Proceso de Cambio.

 

VIII- Moral Militar.

Como expresamos, cuando Varela comenzó a ejercer su labor de catedrático, La Habana estaba repleta de soldados preparando expediciones bélicas a Sur América. Sus alumnos, conscientes del daño que podía hacer el militarismo, invitaron a los soldados y oficiales a participar en las clases y muchos soldados lo hicieron. No escatimaban palabras y en su manifiesto al efecto decían en 1821: "La ignorancia es el agente de la tiranía... y el soldado estúpido el opresor de la Patria y una máquina que sólo se mueve por la voz de su artífice.”

Los militares civilistas entienden que se les ha confiado una misión esencial: el derecho y la justicia no funcionan sin orden y sin la potestad de imponer una conducta cuando el vencido en juicio rehúsa aceptar el resultado. Los romanos llamaban a esta potestad ‘imperium’ o sea el contenido de fuerza que está detrás de la ley. Se ha dicho que si los hombres fueran ángeles no necesitarían gobierno. Como no lo son, la fuerza pública debe estar presente para hacer cumplir la ley cuando sea necesario.

La fuerza pública, obediente al poder civil y los jueces son las piezas fundamentales del funcionamiento diario de una república. Representan la aplicación práctica de la máxima: los gobiernos de hombres fracasan tarde o temprano y los gobiernos de leyes perduran.

La fuerza no es fuente de derecho, la fuerza a lo más genera hechos que en ocasiones y con el transcurso del tiempo, pueden llegar a tener consecuencias jurídicas. Pero decir que es fuente de derecho es legitimar a Nietzche, Hitler o Stalin para citar tan sólo ejemplos recientes de pensadores y practicantes de la teoría de la fuerza. Es un darwinismo político terriblemente peligroso. Bajo la fuerza se cobijan todas las injusticias, arbitrariedades y teorías monstruosas como la eliminación de seres humanos por defectos genéticos, el genocidio planeado, la represión sistemática de ideas contrarias al régimen imperante (por citar sólo algunas) y todo ello acompañado de un endurecimiento espiritual pavoroso. Endurecimiento que permite actuar así sin escrúpulos de conciencia. El poder es el vicio mayor del ser humano. Varela de nuevo:

"Los buenos gobernantes son unos hombres justos que resisten y vencen una tentación muy poderosa y… son muy raros para desgracia del linaje humano. La generalidad de los mandarines si no son tiranos desean serlo... he aquí porque he dicho que la tiranía es el ídolo de casi todos los gobernantes.”

Los buenos gobernantes entienden que la fuerza es un recurso perecedero y por definición inestable. Perdura tan sólo en tanto que otro más fuerte no ansíe el poder. Genera injusticia y privilegio porque requiere contar con incondicionales a sueldo que apliquen la fuerza cuando así lo disponga el dictador. El sistema tiende a generar tiranías vitalicias. Todos temen lo que vendrá después si se produce un cambio. Siempre acaba resquebrajándose por dentro y otro u otros asumen el mando. Es un verdadero ídolo con pies de barro.

Los militares civilistas captan lo anterior, aprecian su misión y valoran su contenido moral. Comprenden que es fácil gritar ‘firmes’ en el campo de ejercicio. Los soldados se cuadrarán. Es también fácil conseguir amanuenses que redacten y dicten decretos. Lo que no es fácil es sacar a un país de la ruina y hacerlo progresar. Y por ello la historia recuerda con admiración a los fundadores de pueblos que, teniendo la fuerza a su disposición, pudiendo ser dictadores fueron civilistas, y encaminaron a sus pueblos por senderos de paz y progreso.

Cuba precisa militares jóvenes e inteligentes que quieran ser más. Militares que no hayan sido asesores externos de regímenes despóticos o que si han cumplido órdenes de hacerlo hayan aprendido con la experiencia. Militares que por haber visto los efectos nefastos de la dictadura aprecien y respeten el estado de derecho, que no es lo mismo que tolerarlo, y que se sometan a otra disciplina, la de la ley, tal vez más difícil pero que ofrece mayor recompensa

Tanta, que es asunto demostrado que la disciplina a la ley justa, dictada por una autoridad legítimamente electa, adelanta la carrera de los militares y los alza en el respeto y consideración de la sociedad, que en muchos casos les pide se postulen para cargos electivos. En muchos casos, son también ‘reclutados’ por empresas privadas para altos cargos administrativos.

Si la ley no es justa o viola la constitución para ello están el Tribunal Constitucional, las enmiendas a la ley en el congreso, y en definitiva las elecciones, el medio más idóneo de cambiar una legislatura desbordada. Los militares civilistas entienden una verdad muy simple:

Los pueblos para progresar necesitan libertad de pensamiento y de acción. La sociedad civil, sus instituciones y las empresas eficientes grandes o pequeñas, familiares o institucionales, que producen, dan trabajo, y pagan impuestos no nacen de un plan quinquenal diseñado por una burocracia. Las crean personas con iniciativa, ideas y aspiraciones. Personas libres y pensantes. La economía no se cuadra y dice: ordene mi general.

Los que así piensan son militares morales e inteligentes que aprecian el delicado funcionamiento del mecanismo social: Ley, justicia, libertad para trabajar, y la fuerza sólo como recurso para hacer cumplir la ley. Nunca como instrumento de ascenso al poder porque ello sólo causa sufrimiento a su pueblo y en definitiva a ellos mismos.

Esos son los militares que debemos formar y con los que hay que trabajar para sacar a Cuba del pantano castrista. 

 

Conclusión:

 

El propósito de esta conferencia no ha sido otro que insistir en los requisitos personales necesarios para lograr la paz social: Si se quiere una república representativa y un estado de derecho hay que desearlo con pasión y comportarse como corresponde a una persona moral y honrada, con preocupaciones cívicas, que desea un futuro pacífico y próspero para sus hijos. Cada ciudadano es una pieza vital del cuerpo social. El que no cumple perjudica a todos y se perjudica a sí mismo porque siembra la semilla del caos. Es inútil quejarse de lo que suceda si no se respetan y defienden las instituciones. Si el ciudadano no sabe exactamente como debe funcionar en una república su deber es informarse. Informar es también deber del que sí sabe. Tan importante es hacer ambas cosas como disfrutar de un trabajo que permita vivir dignamente. La buena ciudadanía constituye la base esencial para que existan esos trabajos. Los países inestables y en crisis perpetua no producen más que pobreza.

El ciudadano pasivo e inerte que espera que la paz social y la prosperidad se las dé alguien va preparando el camino de la tiranía caudillista. La república pacífica y próspera es creación de una ciudadanía trabajadora, honrada, informada, y participativa de la vida política. Esa ciudadanía generará gobernantes que reflejen sus valores. Sabrá rechazar a los demagogos, exigir cumplimiento a los vagos, apreciar sin envidias el éxito del que trabaja y contribuye al progreso social, y castigar con justicia a los delincuentes.

Esa y no otra es la solución.

©AL 2006

 

 


 [al1] el poder.